¿Quiénes toman las decisiones de cómo se organiza el sistema de salud, las políticas de servicios aceptables, lo que se valida o no como conocimiento, la información de salud que se va a compartir (qué, cómo y cuándo), y los contenidos de los programas académicos en salud, entre otros?
¿En qué elementos y consideraciones basan sus decisiones?
¿Quiénes deberían participar en estos procesos para lograr mayor representatividad y equidad?
Es claro que en nuestra sociedad existe un serio problema con la distribución de los recursos, el poder y el dinero. Por esto, el asunto democrático es central para la educación popular, por lo que la educación representa un compromiso para abordar las desigualdades sociales y fomentar que las personas en situaciones de opresión puedan desarrollar las capacidades para implicarse en el proyecto democrático siempre inacabado (Giroux, 2008).
La formación de promotores comunitarios o líderes de base en salud (también conocidos como gestores o monitores de salud) es una de las estrategias de participación y apoderamiento comunitario que ha sido y continúa siendo utilizada con éxito para atender los problemas de salud asociados a las desigualdades en diversas partes de Latinoamérica y en zonas de alta población hispana de los Estados Unidos (Wiggins, et. al, 2009; Farquhar, et. al, 2008; Alvarez-Sintes et. al, 2004; Arenas-Monreal, Paulo-Maya & López-González, 1999).
Esta estrategia busca precisamente fomentar la capacidad de grupos de base, de vecinos y vecinas, para que puedan atender los problemas de desigualdad en salud que les afectan y fomentar la creación de iniciativas sociales y políticas a favor de la salud de sus comunidades. La estrategia no busca perdonar a los gobiernos e instituciones oficiales de su responsabilidad con la sociedad que le escogió electoralmente para representarles. La intención es fomentar el poder de las comunidades para denunciar las desigualdades y exigirle acción a sus oficiales gubernamentales, para lo cual las comunidades se autoproponen como coprotagonistas en el accionar multisectorial, con sus conocimientos, experiencias e investigaciones propias.
Muchas de estas iniciativas de formación de líderes de base en salud utilizan acercamientos de la educación popular para alcanzar sus metas. Mis primeras iniciativas para fomentar las capacidades de líderes de base en salud se dieron para el año 2008 con campesinxs de origen Maya Q’eqchí del norte de Guatemala, quienes se convirtieron en mis maestras cuando me invitaron a colaborar en un proyecto de formación de promotores de salud y comadronas. Esta experiencia de seis años de trabajo colectivo fue transformadora pues tuve que enfrentarme al paternalismo salubrista que había heredado en la academia. Además, los constantes desafíos de idioma y cultura me empujaron a problematizar mis métodos y privilegios.
Para el 2011 me embarqué en una alianza boricua para crear el primer proyecto piloto de formación de promotores de salud comunitaria en Puerto Rico. La iniciativa de tres años se convirtió en un proceso de aprendizaje e intercambio recíproco y creativo centrado en el conocimiento, intereses y decisiones de la comunidad. Utilizando un proceso sistematizador de experiencias, enmarcado en una investigación acción participativa y colaborativa, se logró crear los elementos centrales para un modelo de formación liberadora que hoy por hoy se ha convertido en semilla de espacios y experiencias para el fomento del apoderamiento comunitario en salud en diversos sectores del archipiélago de Puerto Rico.
Marca Aquí para conocer más obre este modelo, que llamamos Modelo Boricua de Formación de Promotores de Salud Comunitaria desarrollado en Puerto Rico en el 2016.